Espejo, cristal y añicos:

Espejo, cristal y añicos:

La representación simbólica de la mujer en el espacio público, contradiscursos y resistencias.

«La mujer es el artefacto político que no consigue asumir la soledad, siempre en busca de quién la complete, de quién la ampare, la proteja, la cobije, la resguarde, siempre esperando al príncipe o -la princesa- azul, siempre aguardando algo que estimule su abúlico tedio existencial femenino hegemónico de ángel del hogar sin más afirmación que su melancolía. La soledad en el desierto es la forma que reviste el medio de encuentro de quien procura desertar de las formas del ‘yo-soymujer’, llevándose en la retirada y el éxodo las armas y los afectos necesarios.

Nos borramos, difuminamos el universal que en nuestra especie humana heterocentrada propaga la muerte de todos los existentes para emprender la fuga, el exilio, fuera de los estratos del control, fuera de las lógicas binarias varón/mujer, humano/animal, heterosexual/homosexual, combatimos para devenir múltiples [diversas]. No más lágrimas.» (Foucault para Encapuchadxs)

Proponía Foucault la idea de que nuestra sexualidad está construida y vigilada por los poderes de dominación, la hegemonía. Siendo el cuerpo la principal herramienta de control y sometimiento de los sujetos, la supremacía de la biopolítica.

“El control de la sociedad sobre los individuos no sólo se efectúa mediante la conciencia o por la ideología, sino también en el cuerpo y con el cuerpo. Para la sociedad capitalista es lo bio-político lo que importa ante todo, lo biológico, lo somático, lo corporal.” (Michel Foucault, Fragmentos sobre biopolítica.)[1]

Entenderemos, desde nuestro contexto de análisis, que el dictado de la biopolítica se representa en el binarismo de género (hombre/mujer) legitimado desde la construcción sexista de la corporalidad humana en un sistema hegemónico heteropatriarcal. Esto es, el reparto educacional de roles, la construcción del género, está determinado por la corporalidad de las personas en función de su sexo ‘biológico’ (definido socialmente desde la creencia positivista del diagnóstico sexual binómico). Al mismo tiempo que se establece una jerarquía que privilegia socialmente el desempeño del rol masculino asociado al hombre cisgénero, el machismo.

El sistema hegemónico (capitalista y heteropatriarcal), al que nos referimos, se construye desde la mirada del sujeto más privilegiado en las coordenadas de aparición social. El hombre, blanco, heterosexual, cisgénero, de mediana edad y capacitado, es el paradigma de la norma; y es a este sujeto, al que se confiere el poder simbólico y la supremacía.

Sin embargo, “el poder simbólico es este poder invisible que sólo puede ejercerse con la complicidad de quienes no quieren saber que lo sufren o que incluso lo ejercen”. (Bourdieu (2000) La dominación masculina). Es decir, que la legitimación de este poder simbólico no sería posible sin la reproducción del machismo, como ejecutor de la jerarquía en nuestras prácticas sociales.

¿Qué factores influyen en la creación del imaginario social que reproduce el esquema de representación simbólica del poder?

Sexismo

Se identifica como sexismo al prejuicio o discriminación por razones de sexo o género. Sin embargo, el sexismo también puede ser entendido como una categorización predeterminada por el sexo genital que impone las categorías, los roles y estereotipos en los que se educará la construcción del género de una persona en un esquema hombre-masculino y mujer-femenino.

El sexismo lleva implícito en su definición la caracterización binaria del género, lo que deja fuera las identidades y corporalidades que no se ajustan a ese entendimiento binómico. Personas intersexuales y transexuales son patologizadas o sometidas a alteraciones de su corporalidad por la ciencia médica y las instituciones públicas, legitimadoras de la sólo posible existencia de dos sexos.

Del mismo modo, en la sociedad normativa (donde el sexismo es hegemónico) se vuelven motivo de discriminación social aquellas identidades que no responden a los roles asignados a cada género o en los que se plantea un transvase en la ejecución de privilegios.

Algunos de los roles o categorías ‘tradicionales’ que la cultura occidental otorga a las leídas como mujeres son: Madre, cuidadora, santa, protegida, bella, sexy, víctima, luchadora, amargada, bruja, puta.

Estudio de caso:

Diario de campo – Sheffield, 13 de septiembre de 2015, 21.45h. Restaurante de comida India.

He salido a cenar con mi compañero y sus amigos. La mesa la componen 7 hombres y yo, sujeto mujer. Se piden 7 cervezas y un refresco. El camarero sobreentiende que el refresco es para mí. Yo pedí una cerveza. Me levanto al lavabo, veo una puerta junto a la barra, cerca de la puerta, me acerco dispuesta a entrar. Un camarero me bloquea el paso ‘Sorry, it’s for Gents’. Leo en el grabado del ojo de buey de la puerta: GENTS. El camarero me señala la esquina opuesta del local, al fondo, tras unos barriles de cerveza se encuentra una puerta similar. En su grabado se puede leer: Ladies, Baby change, Disable.

[La diversificación del uso por sexo, rol social y capacidad evidencian el esquema de privilegios, sobre todo en su localización sobre el espacio. A pesar de que cerca de la entrada, sin barreras arquitectónicas, existe un lavabo, se relega al ámbito más privado del local aquello que en el imaginario del grupo privilegiado ‘no debe ser visible’ o corresponde a ‘la intimidad’.]

El desigual reparto de privilegios en las categorías establecidas desde el sexismo sólo pueden explicarse desde la hipocresía implícita en el sistema patriarcal. El sistema que por un lado dice a las mujeres que deben ser delicadas, cuidadosas, frágiles y, al mismo tiempo, las convierte en objetos de deseo sexual masculino, reclamo publicitario o mercancía.

Para poder sustentar un injusto trato en el reparto de roles sociales, existe una mitología cultural construida entorno a un valor-discurso supremo: El amor romántico.

Amor romántico

El amor romántico que conocemos coloquialmente como simple ‘Amor’ es un discurso asumido por consenso social como el paradigma mitológico de la atracción sexual y el enamoramiento.

Según el paradigma clásico, el amor ‘de verdad’ es aquel sustentado sobre la pareja (heterosexual), monógama, pasional y sacrificada con la vida de la otra persona. Esta concepción en torno al sufrimiento y al esfuerzo por lo verdadero se sustenta en diversas mitologías a lo largo de la historia, si bien, termina de ser definida por el concepto de familia (nuclear) judeocristiana. El amor romántico es una amor dramático, de luchas y reconciliaciones, de celos y propiedad. Contempla la dimensión del término que los griegos denominaban ‘Eros’ en contraposición al ‘Ágape’, manifestación del amor cooperativo.[2]

La simbología del amor romántico referencia a la suma de dos partes incompletas que son complementarias y codependientes para su existencia (el corazón, la media naranja). También hace referencia al sentido de propiedad (el candado, la alianza), que marca su cénit en el matrimonio como manifestación social del amor verdadero.

El amor romántico no es plausible sin el concepto de ‘heteronormatividad’.[3] El origen del concepto nace en los 80’s desde el activismo feminista lésbico que afirma que el feminismo tradicional tiende a asumir las relaciones de poder heterosexuales en su teoría y práctica política. La heteronorma determina no sólo las prácticas sexuales (focalizadas en el coitocentrismo reproductivo), sino que se manifiesta en la cultura y estructuración social acompañada del sexismo y el amor romántico como parte del paradigma.

Con la progresiva aceptación social de la homosexualidad, se han ido descubriendo la reproducción de los roles heteronormativos en relaciones suscritas bajo el amor romántico, que a pesar de desarrollar corporalidades y afectos diferentes a la norma, la reproducen como parte de un proceso de referencialidad, asimilación y violencia normativa.

El miedo a la pérdida, al abandono, a la soledad es infundado por la creencia de que no se es un ser completo sin la otra persona, vulnerabilidad generada por la pérdida del espacio y el amor propio.

Vulnerabilidad y Precariedad

“La pérdida y la vulnerabilidad parece ser la consecuencia de nuestros cuerpos socialmente construidos, sujetos a otros, amenazados por la pérdida, expuestos a otros y susceptibles de violencia a causa de esta exposición”. (Judith Butler, 2006. ‘Vida precaria: el poder de la violencia y el duelo’)

Estudio de caso:

Texto viral en Facebook (posteriormente censurado) y re-publicado en el Blog ‘Locas del coño’ por su autora Ro de la Torre:[4]

“¡Qué niña más bonita! Eres una princesa. Dale un beso a la amiga de mamá, me da igual que no quieras. No te preocupes si los niños te tiran al suelo, es que les gustas. ¡Qué graciosos los niños, levantándoles las faldas! Son cosas de niños. No seas tan bruta jugando, pareces un niño. Las niñas mayores no lloran. Tienes que ser buena. Las señoritas no gritan. Calla. Mira qué guapa, con tu pelito arreglado. Si te ven jugar con los chicos te llamarán marimacho. Qué bonita eres. Las niñas son muy complejas. No te preocupes si te tratan mal, es que te tienen envidia. Las niñas sois más listas, ellos siempre juegan, mientras que vosotras estudiáis. Deja de quejarte. Los videojuegos son de chicos. Los coches son de chicos. Las cocinitas son de niñas. Judo no, mejor gimnasia rítmica. Las niñas siempre son más educadas, tan calladitas. ¿Informática? ¿No prefieres bailar? ¡Con lo guapa que estás con falda! No te vayas con nadie que no seamos nosotros. Ten cuidado. No cojas nada de nadie. Hay hombres muy malos. ¿Tienes novio? ¿Ya? ¿No tienes novio todavía? Estás siempre rodeada de chicos, calientapollas. Me he enterado de que se la chupas a tu novio, puta. Llama para que te recoja. Pide a tus amigos que te acompañen. Ten cuidado. No vuelvas sola. Así vestida pareces una mojigata. Así vestida pareces una puta. Si no querías que te mirase, ¿para qué llevas escote? Si no querías que te tocase, no haberme calentado. ¿Qué pasa, tienes la regla? Bailas así para ponerme, andas así para ponerme, me miras así para ponerme. ¿Vomitas para adelgazar? Qué superficial, la belleza está en el interior. Eh, tío, ve a por la amiga gorda, son más fáciles porque están desesperadas. Te los follas a todos, zorra. ¿Aún virgen, frígida? Estás buenísima. No te toco ni de coña. ¿Ser madre? ¿No eres demasiado joven? ¿No eres demasiado vieja? ¿Es que no tienes ambición? ¿No quieres ser madre? Eres demasiado joven para saberlo. Vas a perderte lo más importante en la vida de una mujer. Te maquillas demasiado para venir a clase. ¡Ay, si te arreglaras un poco! Vosotras lo tenéis más fácil, con enseñar teta está todo hecho. ¿Qué hay para cenar? ¿Qué hay para comer? ¿Dónde están las toallas? ¿Me has planchado la camisa? ¡No queda nada en la nevera! Ahora no puedo hablar, tengo cosas que hacer. Deberías agradecer que te mirasen. Lo que daría cualquier hombre por tener ese poder. Si te mira otra vez, le doy. ¿Después de tanto tiempo, me dices que no quieres nada conmigo? Los hombres y las mujeres no pueden ser amigos, ellos siempre piensan en lo mismo. Ese tío te trata bien, ¿qué más quieres? Eres tan borde porque te falta un buen polvo. No te pongas histérica, era una broma. Qué rápido te ofendes, no aguantas un chiste. Deja de llorar ya, coño, que eres mayorcita. No me digas eso delante de mis amigos. No te pongas esa falda si no estoy yo, joder. No salgas hasta tan tarde. No discutas conmigo en público. ¿Te violó? ¿Y tú qué le dijiste? ¿Qué llevabas puesto? Algo harías. Joder, no te puedo decir nada. Calla, estoy hablando con mis amigos. ¿Otra vez no quieres sexo? Si no fuera por mí, tú no tendrías nada. Si no fuera por mí, tú no serías nada. Te quiero, nena, por eso te protejo. Te quiero nena, no me dejes. Eres una mala madre. Eres una mala esposa. Eres una mala amiga. Que no me dejes, o hago una locura. Estoy harto de tus movidas. Deja de ponerte histérica. Me tratas tan mal que me pongo nervioso. Que no me dejes, joder, o te mato. Aparece muerta.”

Este texto, aglutina expresiones coloquiales que ponen de manifiesto la hipocresía del sistema dominador, antes mencionada, y, al mismo tiempo, evidencian la cotidianidad de la violencia a la que las sujetos mujer en la evaluación y dictado constante sobre sus actos.

Esta ‘esquizofrenia del deber’ femenino se caracteriza por un alto nivel de exigencia, juicio público constante sobre las propias decisiones de cada individua y la destrucción de la autoestima mediante un mecanismo denominado ‘Indefensión aprendida’.[5]

La indefensión aprendida genera el desarrollo de la actitud pasiva como consecuencia a una exposición prolongada a la frustración por incapacidad de salir de una situación en la que se vive sufrimiento.

La indefensión aprendida, sumada a la vulnerabilidad sostenida desde el rol mujer y sustentada por la precariedad proveniente de un sistema afectivo (y muchas veces también económico) codependiente de las relaciones según el esquema romántico, son algunas de las piezas que construyen la celda de la inmovilidad subversiva.

Violencia normativa (Espejismo de la igualdad)

La violencia normativa es aquella en la que las personas dominadas se sienten y se piensan pertenecientes al grupo hegemónico, a pesar de que la estructura social las defina en las categorías establecidas por éste. Esta ilusión, genera en el grupo oprimido la creencia de que encontrarse cómodo dentro de la norma es sinónimo de libertad o falta de opresión. Se aceptan los parámetros de dominación dentro de la ‘normalidad’, asumiendo que la dinámica establecida es positiva y no necesita cambios.

De este tipo de violencia asimilada nace el concepto, acuñado por Amelia Valcárcel, del ‘Espejismo de la igualdad’. Este término hace referencia a:

La condición política en la que mujeres y hombres vivimos creyendo que somos iguales, sin necesidad de argumentar nada más, afirmando que tenemos las mismas determinaciones y oportunidades y que, por lo tanto, la situación actual es justa. Esto es resultado de una ‘Iluminación racionalista’ que atribuye a la falta de ilustración del pasado la desigualdad de género.” (Amelia Valcárcel)

Valcárcel rechaza el espejismo de la igualdad argumentando que la igualdad no es posible mientras exista la feminización de la pobreza, la trata de mujeres para la prostitución forzada, la violencia machista, la precariedad laboral, la brecha salarial, la no representatividad en las esferas de poder, la obligatoriedad de los cuidados o el acoso sexual. Todas ellas, problemáticas que no podrían abordarse sin tener en cuenta la opresión del sistema hegemónico sobre las sujetos ‘mujer’, sobre los cuerpos mujer y su explotación.[6]

La mirada creadora del hombre[7]

La representación masculina de la mujer en el ámbito cultural hace que los modelos referenciales de la corporalidad mujer estén directamente relacionados con el imaginario que de ellas tiene el sujeto hegemónico. Por tanto, la construcción de la identidad, se realiza desde la categorización decidida por los dominadores en función de sus privilegios (asociados al género) y sus necesidades (siempre atendidas por una mujer en rol de cuidadora).

Las figuras de la musa, madre y virgen son las únicas categorías posibles sacramentales, elevadas simbólicamente a un nivel de intocabilidad, de poder. Sin embargo, cualquier otro cuerpo de mujer no sexualizado es un cuerpo no posible. No se entiende la visibilidad de la corporalidad mujer sin la belleza como valor supremo. Ninguna otra capacidad es reconocida o comparable.

Nuestro imaginario referencial está salpicado de nombres masculinos, de pasajes históricos basados en héroes, de políticas construidas desde la hegemonía colonial. El espacio de referencialidad de las mujeres se construye desde el amor romántico, desde el deseo de encontrar el complemento humano que refrende su existencia.

La mirada creadora del hombre hegemónico, no es sino un reflejo, una proyección de su deseo. La interpretación de un fantasma, que es propio, pero que al dominarse sobre una corporalidad no hegemónica, infiere poder.

Subjetivación pre-política (Infantilización)

Se entiende la corporalidad pre-política como aquella no hegemónica, que al no tener espacio de expresión propio es tratada como un sujeto no-político o político menor. Es decir, aquellas subjetividades sobre las que el discurso hegemónico trata de teorizar y decidir políticamente.

Se entienden por sujetos pre-políticos aquellos que en términos de Butler, son ‘vidas que no importan’ (en términos políticos, sí en términos económicos de explotación) para el funcionamiento del poder y del sistema. Por tanto, sus discursos no importan, su organización no es relevante. El trato hacia su discurso es paternalista.

La infantilización simbólica de su existencia es más manifiesta cuanto menor sea el espacio de aparición en el espacio público. Por ejemplo, las personas con diversidad funcional son tratadas por el discurso hegemónico como seres incapaces o menos válidos, desde el lenguaje hasta su ejecución política, negándolas como seres autónomos.

La aparición en el espacio público

“La propia política de género es dependiente de una distinción entre el ámbito público y el ámbito privado que deja la esfera de la política a los hombres y el trabajo reproductivo a las mujeres. Si hay un cuerpo en la esfera pública, es masculino y sin soporte alguno, presuntamente libre para crear, pero que no ha sido creado. El cuerpo de la esfera privada es femenino, extranjero, infantil y pre-político.” (Sonia Núñez Puente, Doctora de la Universidad Rey Juan Carlos y experta en Ciberfeminismos)

La separación sexista de lo público y lo privado, determina gran parte de las dinámicas sociales asociadas al género en nuestro contexto cultural. Cuando una corporalidad no hegemónica trata de manifestarse en él de forma disruptiva, su capacidad de aparición puede amplificarse o negarse en función de los mecanismos modales de visibilización utilizados.

“Cuando los ciudadanos varones entran en la plaza pública para debatir sobre la justicia, la venganza, la guerra y la emancipación, ellos dan por sentado que la iluminada plaza pública es el teatro de su discurso, arquitectónicamente destinado a ello.” (Judith Butler (2012) Cuerpos en alianza y la política de la calle)

Este ejercicio explícito de la capacidad discursiva en un contexto hegemónico determina que los espacios públicos de influencia tiendan a la masculinización. Incluso en el ámbito del consumo, donde el potencial consumidor lo ostentan las mujeres, que reciben, finalmente el producto del discurso hegemónico: Clase, belleza y sumisión. (Véanse los anuncios de perfume).

CONTRADISCURSOS

Espacios seguros excluyentes y organización clandestina

“La política ya no se define como actividad exclusiva de la esfera pública y ajena a la esfera privada, sino que se cruza esa línea una y otra vez, llamando la atención sobre la forma en que la política ya está presente en el hogar, o en la calle, o en el barrio, o incluso en los espacios virtuales no restringidos por la arquitectura de la plaza pública”. (Judith Butler (2012) “Cuerpos en alianza y la política de la calle”, Trasversales)

La existencia de grupos clandestinos y excluyentes dan sentido al concepto de sororidad y apoyo mutuo. Estos ejemplos de solidaridad tribal parecen inexistentes en la esfera pública debido al uso social del espacio público marcadamente diferenciado por el sexismo.

Lo público pertenece al ámbito masculino y lo privado a lo femenino, de la misma forma que la enemistad entre mujeres es una máxima de la educación heteronormativa. Este sentido de competición impide la creación de redes de apoyo entre mujeres (y otras subjetividades no normativas), ya que de no ser así se dinamitaría el sustento del heterocapitalismo, que es el sentido de pertenencia y posesión en el esquema familiar clásico occidental, orientado a un modelo de vida de consumo.

La construcción de espacios seguros se convierte en algo necesario en un contexto de agresividad y violencia contra la libertad de la corporalidad no hegemónica. Estos espacios están suscritos a normas alternativas a las de la hegemonía, sostenidas en la equidad y el respeto de todas las corporalidades e identidades.

En ocasiones, la consecución práctica de esta seguridad construída deviene de la exclusión de la corporalidad hegemónica. Esto es, la exclusión del espacio de acción al hombre cisgénero. Esta ‘discriminación’ excluyente se justifica como parte indispensable del proceso de resignificación y empoderamiento de las subjetividades no hegemónicas.

“Espacio y localización se crean a través de la acción plural. Y, sin embargo, su punto de vista sugiere que la acción, en su libertad y su poder, tiene la facultad exclusiva de crear la localización. Y ese punto de vista olvida o rechaza que la acción siempre se apoya sobre algo y que siempre es corporal, incluso en sus formas virtuales. Los soportes materiales de la acción no sólo son parte de la acción, sino también aquello en torno a lo que se está luchando, especialmente en aquellos casos en que la lucha política se da por el alimento, el empleo, la movilidad y el acceso a las instituciones”. (Judith Butler (2012) “Cuerpos en alianza y la política de la calle”, Trasversales)

Por todo ello, no basta con quedarse en la urna. No basta con la etiqueta de ‘feminismo’ para nombrar y hacer política sobre lo que nunca se nombra. Es necesario subvertir los esquemas de espacio físico y las relaciones sociales desde los cimientos, apoderarse de los espacios de participación y manifestar la existencia de las corporalidades no hegemónicas y disidentes.

RESISTENCIAS

QUEER PEOPLE CHOICES (Non-binary Revolution) y la DIVERSIDAD

Pero, ¿qué ocurre con las identidades y cuerpos disidentes? Con aquellas que no se sienten representadas por los roles sexistas o ni siquiera aceptan el binarismo. Para existir primero deben ser nombradas.

La terminología ‘Queer’ se utiliza internacionalmente para contemplar la diversidad de las corporalidades y afectos no hegemónicos o disidentes. La palabra ‘Queer’ era utilizada como adjetivo peyorativo que tras un proceso de reapropiación del término logró ser resignificada.[8]

«La única manera de lidiar con este mundo sin libertad es volverte tan absolutamente libre que tu mera existencia sea un acto de rebelión.» (Albert Camus)

Sin embargo, la mera existencia no es suficiente, la resistencia pasa por la acción discursiva, por la conquista de lugares de aparición en la culturalidad y el imaginario colectivo.

«Tallado por el lado inverso, un espejo deja de ser espejo y se convierte en cristal. […]

Los espejos son para tallarlos.

Los cristales son para romperlos… y cruzar al otro lado. «

(Subcomandante insurgente Marcos)

‘Hedwig and the Angry inch’, ‘Yes, we fuck’, ‘Postporno’, ‘Transparent’, ‘Ruby Rose’, ‘Keny Arkana’, ‘Alicia Ramos’, ‘Femme Space’, ‘Wikimujeres’, ‘Diana Pornoterrorista’, ‘Viruta’, ‘La batu que entiende’, ‘Krudas Cubensi’ (criaturas diferentes pa’ tu psique)… Una infinidad de constructos de otros universos simbólicos, diversos, coloridos y poderosos.

Espacios donde se reconoce que el género es una construcción social con muchos más tonos que el rosa y el azul. Cavernas donde el poder o la vulnerabilidad pueden ser abordados saludablemente desde sexualidades disidentes. Lugares libres de la hipersexualización producida por la demanda de consumo. O, simplemente, sin barreras.

Será que los cristales rotos brillan como lentejuelas.

“Si no puedo bailar, no es mi revolución” (Emma Goldman)

mujer ante el espejo picasso

[1] Michel Foucault: Fragmentos sobre biopolítica. En: Ramon Alcoberro i Pericay. Filosofia i pensament

[2] Ver NOREWOOD, Erin. 1972. “Las mujeres que aman demasiado”, Ed. ZETA, 2006. Páginas 60-72 y 88-91.

[3] RICH, Adrienne. «Compulsory Heterosexuality and Lesbian Existence» en Signs: Journal of Women in Culture and Society, 5:631-60, 1980

[4] ¡Qué niña tan bonita! Publicado por Ro de la Torre – 16 Nov, 2015, disponible en: http://www.locasdelcoño.com/2015/11/que-nina-tan-bonita/

[5] Teoría de la ‘Indefensión Aprendida’ de Martin Seligman, consultable en: http://www.ub.edu/psicologia_ambiental/uni4/4842.htm

[6] Amelia Valcárcel en UPNA (Universidad Pública de Navarra) – Ponencia: La igualdad como preventiva de la violencia contra las mujeres: Pautas para mirar el futuro en un mundo globalizado – https://vimeo.com/50974209

[7] ‘Con la pata quebrada’, RTVE. Documental sobre el rol de la mujer en España desde la Segunda República a la actualidad.

[8] No confundir con la Teoría Queer, acuñada por Paul B. Preciado